La
Iglesia está orgullosa, vosotras lo sabéis, de haber elevado y liberado a la
mujer, de haber hecho resplandecer, en el curso de los siglos, dentro de la
diversidad de los caracteres, su innata igualdad con el hombre.
Pero
llega la hora, ha llegado la hora en que la vocación de la mujer se cumple en
plenitud, la hora en que la mujer adquiere en el mundo una influencia, un peso,
un poder jamás alcanzado hasta ahora.
Por
eso, en este momento en que la humanidad conoce una mutación tan profunda, las
mujeres llenas del espíritu del Evangelio pueden ayudar tanto a que la
humanidad no decaiga.
Vosotras,
las mujeres, tenéis siempre como misión la guarda del hogar, el amor a las
fuentes de la vida, el sentido de la cuna. Estáis presentes en el misterio de
la vida que comienza. Consoláis en la partida de la muerte. Nuestra técnica
corre el riesgo de convertirse en inhumana. Reconciliad a los hombres con la
vida. Y, sobre todo, velad, os lo suplicamos, por el porvenir de nuestra
especie. Detened la mano del hombre que en un momento de locura intentase
destruir la civilización humana.
Esposas,
madres de familia, primeras educadores del género humano en el secreto de los
hogares, transmitid a vuestros hijos y a vuestras hijas las tradiciones de
vuestros padres, al mismo tiempo que los preparáis para el porvenir insondable.
Acordaos siempre de que una madre pertenece, por sus hijos, a ese porvenir que
ella no verá probablemente.
Y
vosotras también, mujeres solitarias, sabed que podéis cumplir toda vuestra
vocación de entrega. La sociedad os llama por todas partes. Y las mismas
familias no pueden vivir sin la ayuda de aquellas que no tienen familia.
Vosotras,
sobre todo, vírgenes consagradas, en un mundo donde el egoísmo y la búsqueda de
placeres quisieran hacer la ley, sed guardianes de la pureza, del desinterés,
de la piedad. Jesús, que dio al amor conyugal toda su plenitud, exaltó también
el renunciamiento a ese amor humano cuando se hace por el Amor infinito y por
el servicio a todos.
Mujeres
que sufrís, en fin, que os mantenéis firmes bajo la cruz a imagen de María;
vosotras, que tan a menudo, en el curso de la historia, habéis dado a los
hombres la fuerza para luchar hasta el fin, para dar testimonio hasta el
martirio, ayudadlos una vez más a conservar la audacia de las grandes empresas,
al mismo tiempo que la paciencia y el sentido de los comienzos humildes.
Mujeres,
vosotras, que sabéis hacer la verdad dulce, tierna, accesible, dedicaos a hacer
penetrar el espíritu de este Concilio en las instituciones, las escuelas, los
hogares, y en la vida de cada día.
Mujeres
del universo todo, cristianas o no creyentes, a quienes os está confiada la
vida en este momento tan grave de la historia, a vosotras toca salvar la paz
del mundo.
CANAL DE FRANCISCO BAENA CALVO EN YOUTUBE
No hay comentarios:
Publicar un comentario