8 DE MARZO: JORNADA REIVINDICATIVA PARA LAS MUJERES.
El día 8 de Marzo se celebra el Día Internacional de la Mujer, que conmemora las reivindicaciones justas de la participación de la mujer en la sociedad y en su desarrollo integral, en un plano de igualdad con el hombre.
La valoración de la mujer como un ser humano auténtico con sus derechos y deberes en la sociedad, igual que el hombre, se ha convertido en uno de los más grandes logros de este tiempo en Occidente.
La exigencia para cualificarse profesionalmente se ha convertido en un derecho reconocido y un reclamo para asumir responsabilidades en el sistema de producción y en la vida empresarial.
Además, la incorporación en puestos de responsabilidad en la vida pública y social es uno de los grandes triunfos de la mujer en la sociedad, más allá de su puesto tradicional en el hogar como ama de casa, esposa y madre.
La dignidad y la igualdad de la mujer en relación al hombre se consideran en nuestra cultura occidental, también a los ojos de la Iglesia Católica, impulsada por el Concilio Vaticano II, una conquista de este siglo y un “signo de los tiempos.
El Papa Francisco quiso rendir un pequeño homenaje a las mujeres en el Día Internacional de la mujer el año pasado y lanzó un mensaje en twitter corto pero de gran sentimiento: “¡Muchas gracias a todas las mujeres que cada día tratan de construir una sociedad más humana y acogedora!”.
En una de sus homilías en la Casa de Santa Marta, el Papa Francisco afirmó con contundencia: “Es ella la que trae la armonía, que nos enseña a valorar, a amar con ternura, y que hace que el mundo sea una cosa hermosa”.
En la Clausura del Concilio Vaticano II, el 8 de Diciembre del 1965, se lanzó un precioso mensaje a las Mujeres que aún conserva su actualidad: "Y ahora es a vosotras a las que nos dirigimos, mujeres de todas las condiciones, hijas, esposas, madres y viudas; a vosotras también, vírgenes consagradas y mujeres solas. Sois la mitad de la inmensa familia humana.
La Iglesia está orgullosa, vosotras lo sabéis, de haber elevado y liberado a la mujer, de haber hecho resplandecer, en el curso de los siglos, dentro de la diversidad de los caracteres, su innata igualdad con el hombre.
Pero llega la hora, ha llegado la hora en que la vocación de la mujer se cumple en plenitud, la hora en que la mujer adquiere en el mundo una influencia, un peso, un poder jamás alcanzado hasta ahora.
Por eso, en este momento en que la humanidad conoce una mutación tan profunda, las mujeres llenas del espíritu del Evangelio pueden ayudar tanto a que la humanidad no decaiga.
Vosotras, las mujeres, tenéis siempre como misión la guarda del hogar, el amor a las fuentes de la vida, el sentido de la cuna. Estáis presentes en el misterio de la vida que comienza. Consoláis en la partida de la muerte. Nuestra técnica corre el riesgo de convertirse en inhumana.
Reconciliad a los hombres con la vida. Y, sobre todo, velad, os lo suplicamos, por el porvenir de nuestra especie. Detened la mano del hombre que en un momento de locura intentase destruir la civilización humana.
Esposas, madres de familia, primeras educadores del género humano en el secreto de los hogares, transmitid a vuestros hijos y a vuestras hijas las tradiciones de vuestros padres, al mismo tiempo que los preparáis para el porvenir insondable. Acordaos siempre de que una madre pertenece, por sus hijos, a ese porvenir que ella no verá probablemente.
Y vosotras también, mujeres solitarias, sabed que podéis cumplir toda vuestra vocación de entrega. La sociedad os llama por todas partes. Y las mismas familias no pueden vivir sin la ayuda de aquellas que no tienen familia.
Vosotras, sobre todo, vírgenes consagradas, en un mundo donde el egoísmo y la búsqueda de placeres quisieran hacer la ley, sed guardianes de la pureza, del desinterés, de la piedad. Jesús, que dio al amor conyugal toda su plenitud, exaltó también el renunciamiento a ese amor humano cuando se hace por el Amor infinito y por el servicio a todos.
Mujeres que sufrís, en fin, que os mantenéis firmes bajo la cruz a imagen de María; vosotras, que tan a menudo, en el curso de la historia, habéis dado a los hombres la fuerza para luchar hasta el fin, para dar testimonio hasta el martirio, ayudadlos una vez más a conservar la audacia de las grandes empresas, al mismo tiempo que la paciencia y el sentido de los comienzos humildes.
Mujeres, vosotras, que sabéis hacer la verdad dulce, tierna, accesible, dedicaos a hacer penetrar el espíritu de este Concilio en las instituciones, las escuelas, los hogares, y en la vida de cada día.
Mujeres del universo todo, cristianas o no creyentes, a quienes os está confiada la vida en este momento tan grave de la historia, a vosotras toca salvar la paz del mundo"
La mujer, en este tiempo, ha conseguido una importancia y una mayor participación en la vida social y pública. Su presencia es cada vez más creciente en el ámbito económico, político, laboral y, como no, en el apostolado de la Iglesia.
La promoción social y las reivindicaciones justas de la mujer en el ámbito social no deben impedir su mejora en el hogar y su papel como madres, que necesita de manera apremiante ser replanteada en nuestra cultura occidental.
El derecho de la mujer a su dignidad conlleva que no se le impida tener acceso a una educación y a una cultura iguales a las que se conceden al hombre. Además, en las reivindicaciones legítimas, la mujer reclama la igualdad de derecho y de hecho con el hombre.
Estas manifestaciones del Papa Francisco y del Papa Pablo VI dan por fundamentado que la propia dinámica de lucha por asegurar el derecho y la igualdad de la mujer está valorada por la Iglesia, si bien aún queda mucho camino por recorrer y muchos muros que destruir.
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