NO OLVIDARSE DE LA MUERTE.
La muerte es una amenaza para la vida del hombre. Ya está presente en el momento de nacer como la tendencia final.
Ella arrasa personas, pueblos, civilizaciones, proyectos... Y ella misma puede convertirse en el gran muro que cuestione la existencia de Dios, cuando se concreta en un ser querido, en la matanza de inocentes, en la agonía lenta y tortuosa de enfermos en los hospitales.
Ella arrasa personas, pueblos, civilizaciones, proyectos... Y ella misma puede convertirse en el gran muro que cuestione la existencia de Dios, cuando se concreta en un ser querido, en la matanza de inocentes, en la agonía lenta y tortuosa de enfermos en los hospitales.
La muerte abre, a nivel filosófico, planteamientos profundos sobre el "gran quizás".
No basta a muchos la postura agnóstica de instalarse seguros en lo presente, olvidando los desastres y la muerte de su alrededor, y negando la posibilidad de plantearse la pregunta sobre el más allá tachándola de inútil y vacía. Pero, para otros, la postura atea, en sus múltiples vertientes, no basta.
No basta a muchos la postura agnóstica de instalarse seguros en lo presente, olvidando los desastres y la muerte de su alrededor, y negando la posibilidad de plantearse la pregunta sobre el más allá tachándola de inútil y vacía. Pero, para otros, la postura atea, en sus múltiples vertientes, no basta.
P. Claudel decía que “Dios no ha venido a suprimir el dolor ni siquiera a explicarlo, sino a llenarlo de su presencia”…Por eso creo que sería un error teológico de incalculables consecuencias creer que el Cristianismo ha dulcificado el drama de la muerte y el horror al sufrimiento por la esperanza y la resurrección…Ninguno de los evangelistas, ni siquiera San Juan, eliminó de sus obras el final trágico de Jesús. Ninguno ocultó este hecho, y nadie, ni siquiera las Iglesias cristianas, pueden, en nombre de la resurrección, quitarle importancia.
M. Horkeimer afirmaba que “"La teología...es la esperanza de que la injusticia que caracteriza al mundo no puede permanecer así, que lo injusto no puede considerarse como la última palabra...Soy cada vez más de la opinión de que no se debería hablar de anhelo, sino de miedo de que Dios no exista"…y, desde este planteamiento, si bien es cierto que la sociedad actual, hedonista, promotora del consumismo más atroz e impulsora de una cultura desequilibrada ha arrinconado, e incluso se ha olvidado de la muerte y del sufrimiento, convirtiéndolos en espectáculos para entretener; también no es menos cierto que es una terrible pérdida no tener a la muerte como última instancia, o penúltima para los cristianos, de la vida.
Ella se convierte en un principio de impulso para no instalarse en esta realidad para siempre como lo único existente, y abre la pregunta sobre el gran quizá de la vida más allá de la muerte.
Ella se convierte en un principio de impulso para no instalarse en esta realidad para siempre como lo único existente, y abre la pregunta sobre el gran quizá de la vida más allá de la muerte.